Emprendimiento: “el camino más fácil no es el correcto”

Su nombre es Juan Luis Velazco. Tiene 23 años y empezó a practicar karate a los cinco, en Tarapoto. Estas fue su primera decisión como persona grande, a pesar de su corta edad. Todo el tiempo que vivió allá, le fue bastante bien en los torneos. El nivel competitivo era bastante sencillo. Pero cuando llegó a Lima, a los nueve años, tuvo un impacto tremendo.

Me costó bastante tiempo poder estar, por lo menos, en los tres primeros lugares — nos contó Juan. — Hacia los doce años empecé a estar en el cuarto puesto. Luego, en el tercero. Tercero… tercero… siempre de tercero. Recién a los 16 años conseguí entrar a la selección nacional, como cuarto de la categoría.

Y a partir de allí, empieza su carrera deportiva representando al Perú… hasta los 20 años.

Fue a esa edad que decidió abrir su primer Dojo (academia de karate). Empezó esta aventura porque sentía que en la parte deportiva le iba muy bien y quería empezar a compartir un poco del conocimiento que estaba adquiriendo como profesional. Es más, cuando tenía ya un año en el Dojo, realizó su último viaje de torneo.

Mi primer reto como emprendedor fue empezar a generar ganancia y eso fue de la mano con mi desempeño como profesor — comentó Juan mientras despedía a sus alumnos. En Chorrillos, distrito donde se ubica su Dojo actualmente, se corrió la voz sobre el tipo de enseñanza que él da. Eso ayudó a que llegaran bastantes alumnos ya intermedios y avanzados de otras academias. — En realidad, la concurrencia de personas en los últimos años ha sido buena. Pero no siempre fue así.

La carrera deportiva de Juan tuvo un paro en el 2015 por varios motivos: sus estudios, la apertura de su primera academia, su tesis y sus prácticas profesionales. Practicaba, sí, pero no era como al inicio porque el tiempo no le alcanzaba. Recién la ha retomado al 100 % este año.

Él estudió Ingeniería en Industrias alimentarias en Le Cordon Bleu, pero aún no ha podido ejercer la carrera porque le es difícil encontrar un trabajo de medio tiempo, ya que está haciendo karate y enseñando en su academia, al mismo tiempo.

“Durante el primer mes en mi primera academia, un gimnasio cercano a donde se encuentra ahora, solo tuve un alumno. — Nos confesó Juan — Si bien fueron llegando poco a poco, la mayor acogida ocurrió recién en enero, cinco meses después, durante las vacaciones útiles”, nos cuenta.

El tiempo pasó y el espacio comenzó a quedarles más chico. La gente ya no entraba y, además, los dueños del local ya no le daban más horarios. Necesitaba expandirse. Así que en el 2015 se mudó a su segundo local. Allí lo acompañaron unos cuantos alumnos. Estuvieron casi un año, antes de que se diera la oportunidad de estar en ese tercer lugar, donde enseña ahora.

Se mudó a Chorrillos en octubre del año pasado (2016). En esta ocasión, los dueños del local fueron los que le tocaron la puerta y lo invitaron a asociarse con ellos. Le dijeron que tenía espacio libre y que los horarios los podía utilizar como él quisiera. Un nuevo comienzo se avizoraba en el horizonte del karateka.

En todo este tiempo, desde el 2014 hasta el 2017, Juan Luis ha aprendido de sus errores.

“El karate no solamente es ir y dar clases. He tenido que aprender a administrar mis tiempos para conversar con los padres porque muchos niños llegan con distintos tipos de temas: problemas de conducta, introversión, problemas físicos, descoordinación. Los padres llegan y me cuentan los motivos por los cuales inscribieron a sus hijos, y hay que darles tiempo. — revela el joven emprendedor con una mirada seria pero decidida. — También, he tenido que encargarme de la limpieza, administrar las cuentas, pagar a la SUNAT y hasta de la publicidad de mi Dojo”, dice.

A pesar todo ello, Juan Luis considera que quienes hacen lo que de verdad les gusta y apasiona, nunca estarán perdiendo nada.

Él siempre les dice a sus alumnos que el camino más fácil no es el correcto. Que si quieren arriesgar su carrera fija por algo que les apasiona, lo hagan. Pero eso sí, deberán trabajar duro.

El karate le ha dado muchísimas satisfacciones, tanto en el plano deportivo como en el profesional porque, sin él, no hubiera podido ingresar a la universidad casi con beca completa, en la modalidad de deportista calificado.

“El conocimiento de estos 18 años me ha costado muchísimo. Y no necesariamente me refiero al dinero invertido, sino al tiempo, esfuerzo, sudor, lesiones… — reflexiona Juan — El tener que dejar de ir a fiestas, privarme de hacer ese tipo de cosas propias a esa edad porque, por ejemplo, varios domingos por la mañana tenía que ir a entrenar a los chicos que no podían hacerlo durante la semana. ¿Y por qué decido entrenar a esos chicos? Porque ellos también buscan un sueño. Anhelan competir afuera, conocer otros lugares y poder representar a su país. Para mí, en la filosofía del karateka se resume la vida: sin perseverancia, no se alcanza nada. Nada es gratis en la vida. A los más pequeños de la clase siempre les dice “ustedes se tienen que esforzar porque el grado que van a obtener es para ustedes. Los que aprueban o los que jalan son ustedes mismos”. Su deseo es que tomen consciencia de ello porque, tal y como son aquí, van a comportarse en el colegio, en la universidad o en el trabajo”, cuenta.

Para Juan Luis, el no haber podido ejercer su carrera ha sido un gran riesgo. Pero no se arrepiente de haber tomado esa decisión porque el karate ha sido su puerta a la vida y eso no lo cambiaría por nada.